BROTEÍNAS, BRO

Bote de broteínas, para que los adolescentes desarrollen musculo social

Lo has oído, seguro. Probablemente, de alguien más joven. ¿Qué pasa, bro? Está en todas partes: los patios de los colegios, los videos más virales, tus hijos, tus alumnos y cualquier grupillo cuya media de edad sea menor de 25. Y es perfectamente natural. Igual que los productos inflados de proteína están proliferando para quienes quieren más bíceps, los adolescentes necesitan broteína para desarrollar músculo social.


Si prestas atención a la expresión, era inevitable. Escucha, bro: Es corta y sonora, perfecta para que sea viral y atractiva para las generaciones de los videos de menos de tres segundos. Pero eso es lo de menos. En las películas americanas de los 80 y los 90 lo teníamos traducido: ¿Qué hay, hermano? Ahí está el atractivo de la broteína. Habla de hermandad, de pertenecer, de ser parte de un grupo de iguales donde te sientes reconocido y válido. Somos hermanos, iguales. ¿Quién te da más por solo tres letras?

Hasta aquí, todo bien. Si te preocupa que suene vulgar, es que te vas haciendo viejo. Cada generación tenía la suya: tronco, colega, tío, jambo, pavo… Descuida, cuando llegue a la oficina, se lo quitan en dos jornadas de 12 horas. Lo que no da igual, como con cualquier otro bote de pastillas, es quién se las pasa. No todas las marcas tienen la misma calidad ni efectos secundarios, por no hablar de los costes. Si la entendemos como señas de identidad de una tribu social, no es lo mismo la broteína de las redes sociales, la de los amigos de toda la vida, la del colegio o la de casa.

El papel del adulto está siempre presente. No creo realmente que sea posible controlar absolutamente todo el contenido que les llega a tus jóvenes. No creo que sea sano, en realidad. Nuestro rol debería ser otro: ofrecerles la suficiente broteína de calidad para que, cuando tengan al alcance porquería adulterada con irrelevancia, odio, violencia y desprecio no les haga falta. Como padres, ofrecemos las dulces con firmeza y cariño, las amargas de la indiferencia o las ácidas cargadas de autoritarismo. Como docentes, las que llevan escucha, respeto y aliento saben a vainilla y canela pero hay otras como las que van recubiertas de desprecio, que saben a fracaso y se atascan en la garganta. Las que llevan relleno de altivez nadie las quiere, pero las que ofrecen los compañeros saben a pertenencia y, a eso, no hay quien se resista.

¿Cuáles te gustan a ti? ¿Cuáles tomabas?


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Por Carlos A. Bustos

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